El hombre que posó junto a su tumba

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Segundo Benero Díaz se enteró de su muerte el día que se quedó sin empleo. Cuando quiso tramitar el seguro de desempleo la empleada lo miró a la cara y le dijo: «Pero usted… está muerto». Y lo estaba nomás, al menos para el sistema, ya que desde un hospital se había emitido un acta de defunción que decretó su muerte por «una hematoma intercerebral». Aunque ahora, mientras posa para la foto junto a la tumba que lleva su nombre, se ríe de a ratos de su propia «muerte», Segundo estuvo tres años sufriendo por el error administrativo que lo dejó «sin vida».

Esta historia real tuvo como epicentro la ciudad de San Rafael, en la provincia argentina de Mendoza. Segundo Benero Díaz, comenzó a estar muerto el 22 de febrero de 2002, aunque recién se enteró de este pequeño detalle, tres años después, cuando quedó sin empleo y quiso recurrir al fondo de desempleo. Obviamente le fue negado, pues los muertos no tienen beneficios, al menos en esta vida. Aunque parezca mentira, fueron los medios los que lo resucitaron, ya que la publicación de su historia hizo que el «fatal» error burocrático comenzara a intentar ser solucionado.

Mientras todavía penaba reclamando su vida, Segundo explicaba su caso. «“Al principio creíamos que era un error administrativo no tan serio que ya se iba a solucionar, pero hoy ya no puedo ni andar tranquilo por la calle porque si la policía me detiene, va a creer que ando con documento falso”.

–¿Sabés cuál es el problema? Que yo estoy enterrado acá… Yo me salí, ironizó Segundo con uno de los cuidadores del cementerio. –A la miércole… ¿Así que se escapó usted?, atinó a contestarle el hombre sin dar más respuesta.

En su historia clínica estaban sus datos personales, aunque los espacios de estado civil, profesión y lugar de nacimiento aparecían con la leyenda “se ignora”, y el número de documento de identidad figuraba como que “no fue presentado”.

Por esas «cosas» de la (mala) política, a Segundo Benero Díaz se le permitió votar en una ocasión (en otra no), pero no cobrar un sueldo por desempleo. Su «muerte» aparentemente fue un caso de equivocación por homónimo.

“En el expediente tengo dos historias clínicas: la de un Segundo Díaz fallecido el 14 de febrero de 2002 y la de Segundo Benero Díaz que seguramente llegó al hospital por razones de salud y su historia clínica se mezcló con la del fallecido”, dijo el juez aquella vez. El origen de esta extraña equivocación se remonta a febrero de 2002, en el hospital Teodoro Schestakow de San Rafael, cuando se solicitó la historia clínica de una hombre fallecido. Aparentemente, por error, se remitió la de este hombre de 49 años, Segundo Benero Díaz, que reclamaba poder tener su documentación en regla, para trabajar o poder cobrar los planes sociales, señalaron por entonces los medios de comunicación, que lo llevaron varias veces hasta su propia tumba para hacer las imágenes de rigor.  La confusión surgió cuando ingresó al hospital una persona fallecida,  casi un homónimo, ya que se trató de Segundo Díaz, y no de Segundo Benero Díaz. La historia terminó con un hombre que sí puede probar que «resucitó» y con un grosero error administrativo que probó que hay errores que matan.

Finalmente, casi un año después de que su caso se hiciera mediático, Segundo pudo acceder al seguro de desempleo.

Los datos fueron extraídos de las siguientes fuentes:

http://edimpresa.diariouno.net.ar/2005/05/28/nota10410.html

http://edimpresa.diariouno.net.ar/2005/05/30/nota10603.html

http://www.losandes.com.ar/notas/2005/5/28/sociedad-154963.asp

http://www.losandes.com.ar/notas/2005/5/29/sociedad-155039.asp

http://www.losandes.com.ar/notas/2005/5/31/sociedad-155282.asp

http://www.losandes.com.ar/notas/2005/6/12/sociedad-156467.asp

http://www.diariosanrafael.com.ar/nota.php?id=708 (última foto)

Recreación narrativa: Javier Martín

Nació Chuengaaa, una comunidad de noticias deportivas

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Desde hace pocos días ya está funcionando Chuengaaa, una comunidad de noticias donde el usuario es el protagonista exclusivo. Al registrarte en unos sencillos pasos, vas a poder comenzar a leer, subir, votar y comentar noticias de todo tipo. Chuengaaa funciona con el modelo propuesto por el pionero Digg de Estados Unidos y cuya referencia en español es el sitio Menéame, con un tráfico interesante de noticias.

¿Cómo funciona?

Una vez registrado cada usuario tiene un perfil donde arranca con un karma base de 6 puntos. El karma es una valoración compleja surgido de la mezcla de los votos que hace el usuario, la cantidad de noticias que sube, las noticias que le son publicadas y algunos ítems más. En síntesis: para tener mayor karma es bueno subir noticias interesantes, votar otras noticias interesantes y participar comentando las noticias, ya que incluso los comentarios tienen un sistema de karma, si a otro usuario le gustó lo que dijiste probablemente te votará positivo el comentario y tu karma irá subiendo, aunque puede suceder lo contrario.

El sitio se divide en pestañas, está la pestaña de «Titulares», que es la de las noticias que más votos han tenido y, por decirlo de alguna manera deportiva, son titulares. La pestaña del medio, «Populares» es casi simbólica, ya que muestra, de entre las noticias de Titulares, las que más votos obtuvieron. Quizás la pestaña más importante sea la de «Patear Pendientes», que es donde aparecen las noticias recién subidas por los usuarios y donde se vota, tanto positivo como negativo, a las noticias.  El sitio cuenta con otros «detalles», como una estadística de usuario por usuario que refleja el karma, la cantidad de noticias enviadas, la cantidad que llegaron a Titulares y el número de votos y comentarios.

Chuengaaa me parece una gran idea para que los argentinos (y de otros países) puedan volcar su pasión, ya que suelen armarse debates interesantes. Es importante decir que si bien la comunidad de usuarios se está inclinando por el deporte, también se están subiendo noticias de actualidad e interés general. Si querés saber por qué se llama Chuengaaa, podés empezar leyendo esta noticia en el propio sitio.

Danielle, la niña salvaje

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Danielle es el nombre de una niña y el de una historia increíble que conjuga lo peor y lo mejor del ser humano. Abandonada a su suerte por su madre, vivió durante siete años en una casa sucia donde las cucarachas estaban hasta en la heladera, convirtiéndose en lo que se llama una niña salvaje. Sin saber hablar, tomar objetos ni tener respuesta al afecto, su historia comenzó cuando alguien de la ciudad de Plant City vio un rostro en su ventana. Luego vendría una odisea para sacarla de su autismo ambiental, las dudas sobre si podría ser “humana” alguna vez y el amor de sus padres adoptivos para alguien que en 7 años nunca recibió un abrazo.

La historia: La familia había vivido en un ambiente de alquiler por tres años, cuando por primera vez alguien vio un rostro asomarse por la ventana. Una niña pálida, con los ojos oscuros. Todos sabían que en esa casa vivía una mujer con su novio y dos hijos adultos, pero nunca nadie había visto un niño allí. La niña parecía joven, 5 o 6 años tal vez, delgada, demasiado delgada. Sus mejillas parecían hundidas y su mirada perdida.

Pasaron meses sin que ese rostro apareciera, hasta que el mediodía del 13 de julio de 2005 un coche de la policía de Plant City estacionó frente a la casa. Dos policías entraron por una investigación de abuso de menores. Alguien, finalmente, había llamado a la policía.

Afuera encontraron un auto estacionado y una mujer tirada en el asiento de atrás, llorando. Más tarde, el oficial Holste diría: “Fue increíble, lo peor que vi en mi vida”.

Los efectivos caminaron a través de una sala de estar hacinada, un caos, que Holste, intentó resumir: He estado en habitaciones con cuerpos pudriéndose por semanas, pero nunca fue algo tan malo. No tengo manera de describirlo, la orina y las heces de perros, gatos y humanos por las paredes, en la alfombra, pudriéndose”. En paredes y techos iban y venían legiones de cucarachas.

Holste miró a su alrededor y vio a una mujer, a la que le exigió saber si ella vivía ahí. “Que sí, que vivía con sus dos hijos y… una hija”. El policía recorrió la casa, abrió un armario y vio que algo se agitaba a sus pies.

Antes de ver a la niña, vio sus ojos, oscuros y redondos, fijos. Estaba sentada en un viejo colchón en el suelo. Era una niña. Pelo largo y sucio, que cubría su rostro con un brazo flaco; tenía picaduras de insectos, erupciones cutáneas y llagas en su piel. Aunque parecía tener la edad suficiente para estar en la escuela, ella estaba desnuda, a excepción de un pañal.

-¿Cuál es tu nombre cariño? Nada. La niña parecía no escuchar. El oficial buscó un juguete, pero los únicas que había estaban cubiertos de cucarachas y gusanos. Lleno de bronca, miró a la madre.

–¡Cómo pudo permitir que esto suceda!
–Estoy haciendo lo mejor que puedo –dijo ella. Lo mejor que puede una mierda, respondió Holste.

En algún momento, su madre había dicho que tenía siete años, y se llamaba Danielle.

Pesaba 20 kilos, estaba desnutrida y anémica. En el hospital intentaron alimentarla, pero no podía ni sabía tragar alimentos. Nunca había ido a una escuela, nunca había visto un médico, no sabía sostener una muñeca.

“Nunca podrá tener una vida activa”, escribió un médico en ese momento. No era para menos, ella no hacía contacto visual, no reaccionaba ni al calor ni al frío, y tampoco al dolor. De vez en cuando, gruñía.

Las revisiones de la doctora Kathleen Armstrong, el primer psicólogo que la examinó, determinaron que no era sorda, no era autista, ni tenía dolencias físicas tales como parálisis cerebral o distrofia muscular. Sólo se le diagnóstico el llamado “autismo de medio ambiente”, un ser que nació normal pero que al carecer de interacción por tanto tiempo, se había retirado en sí misma.

Los chequeos médicos y el cuadro encontrado en la casa, llevaron a los médicos a determinar que ella nunca había visto el sol, nunca había recibido un abrazo.

“Lo más increíble en ella era su falta de compromiso hacia con la gente. No respondía a los abrazos, incluso un autista responde a ellos; Danielle fue el caso más escandaloso de abandono que haya visto nunca”.”, señaló Armstrong.

El término “niño salvaje” no es un diagnóstico médico, proviene de historias de ficción, y algunas reales, de niños criados por animales y por lo tanto sin crianza. Se dice que durante el Sacro Imperio Romano, Federico II dio un bebé a un grupo de monjas. Él les ordenó cuidarlo, pero nunca a hablar con el. A su juicio, en los bebés se ponen de manifiesto, finalmente, la verdadera lengua de Dios. En lugar de eso, murió a causa de la falta de interacción.

El caso de Danielle transcurrió fuera de la atención pública, exento de medios. Quienes la ayudaban se planteaban inquietantes preguntas. ¿Cómo pudo haber sucedido esto? ¿Qué clase de madre se sentaba año tras año, mientras que su hija languidecía en su propia suciedad y hambre? Pero las preguntas más apremiantes fueron sobre su futuro.
«Mi esperanza era que sería capaz de dormir toda la noche, estar sin pañales y alimentarse a sí misma», dijo Armstrong. Si las cosas iban muy bien, dijo, Danielle terminará «en un agradable hogar de ancianos».

Mientras el juez le prohibió a la madre acercarse o llamarla mientras la investigaba por abuso de menores, fue colocada en un hogar de guarda. En octubre de 2005, finalmente ella comenzó la escuela.
Su primer maestro, Kevin O’Keefe, contó que había que darle los alimentos en la boca como a un bebé y que frecuentemente tenía episodios de agitación. “Ella no quería ser tocada. Llevó un año consolarla”.

Un año después se estaba a la búsqueda de un hogar sustituto, pero quién querría a una nena de 8 años aún con pañales, que no hablaba y no dejaba que se la tocara…

Bernie Lierow, de 48 años, remodelaba casas. Diane, de 45, limpiaba casas. Tuvieron cuatro hijos de anteriores matrimonios y uno juntos. Diane no podía tener más hijos, y Bernie siempre había querido una hija. Por lo tanto, decidieron adoptar.
En el hogar de guarda, en medio de otros niños abandonados, Diane la vio por primera vez, y llamó a Bernie para que la viera. “Ella sólo parecía necesitarnos”, dijo Bernie, pese a que, añadió, “ella era todo lo que yo no quería, pero no puedo olvidar el dolor en sus ojos”.

Llevarla a la escuela no era fácil, pese a que Diane la tomaba de la mano con suavidad, ella parecía no darse cuenta. Sólo cuando Bernie se agachaba a su altura, ella parecía concentrase en él.

Luego de dejarla en la escuela, esa noche, Bernie tuvo un sueño. Dos manos gigantes se aparecían, entrelazadas, y por ellas llegaba, deslizándose, Danielle.

El proceso de educación fue un desastre. Danielle no dormía, no se cepillaba, como no sabía abrir los envoltorios de chocolates, los comía con el papel. Con el tiempo, y con la ayuda de medicamentos para suavizar su temperamento, ella se fue socializando.

Pese a todo esto, Danielle aún no era su hija. Su madre verdadera, pese a enfrentarse a 20 años de cárcel, no quería cederles sus derechos paternos. Finalmente, los fiscales llegaron a un acuerdo: ella renunció a esos derechos a cambio de una condena de sólo dos años de prisión domiciliaria. Sólo así Danielle se convirtió en la hija de Bernie y Diane; ellos simplemente la llaman Dani.

Hoy es un día nublado de la primavera estadounidense. Luego de un año de vvir con su familia, ella no se parece en nada a la de antes. Ha crecido de estatura y su peso se duplicó. Aunque aún tiene arranques de furia incomprensibles, sus padres ven un lento progreso en ella. Ahora ella parece molesta cuando sabe que los ha decepcionado. “Es la mejor prueba de que le importamos”, dicen con una sonrisa.

Ahora toma clases con caballos para mejorar su comportamiento. A su madre no le importa que hoy haya ido cuatro veces en la mañana al baño o que robe los alimentos de otras bandejas en Mc Donald’s. Tomó meses, pero aprendió a abrazar a un oso de peluche, y mientras lo hace, esa niña cuyos ojos miran fijos la cámara de fotos, no se siente sola. Y aunque no habla (toma clases frente a un espejo y la profesora le hace resoplar con sus labios para que sienta que tiene aire y que eso puede ser el comienzo), son sus ojos los que cuentan su historia.

Notas: Historia vista en el Tampa Bay. Traducción y recreación narrativa del texto de Javier Martín.


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“Fui Dios por un rato, y no me alcanzará la vida para pedir perdón”

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Aún hoy recuerdo el día que llegaste, apenas tenías tres meses. Viniste corriendo hacia mí, moviendo la cola, ofreciéndome, sin conocerme, todo tu cariño. Fue amor a primera vista. Desde aquél día hasta hoy, que he ordenado que te mataran, pasaron 14 años. De nada me sirve que me digan que ya estabas sufriendo, de nada me sirve que el veterinario haya sugerido esa opción, hoy fui Dios por un rato, y no me alcanzará la vida para pedir perdón.

Arón, así te pusieron mis hermanas porque yo era muy chico para tener voto en tu nombre. He tenido muchos perros, pero fuiste el mejor. Se me ocurren muchas variantes para pedirte que me perdones, pero creo que están de más. Sólo me resta pensar que si existe aquello que algunos llaman cielo, haya alguien que te esté acariciando el lomo, y sobre todo tu cabecita, que tanto te gustaba que te acaricie.

No escribo esto por una razón especial, es que una amiga me ha visto los ojos tristes y al peguntar el motivo, y luego de consultarlo con una amiga suya que es psicóloga, me ha recomendado que escriba lo que siento como una forma de desahogo. “Para que cicatrice la herida”, me dijo exactamente. ¡¡¡La puta madre que lo parió, si fuera tan fácil… escribiría tanto que lo escrito no entraría en una biblioteca enorme!!!

No es sencillo explicarlo. Te adopté porque tu raza, el pastor alemán, me encanta. Son guardianes, fuertes, cariñosos, obedientes e inteligentes. Y vos, sobre todo. Pero claro, ahora sé que tu raza tiene una maldita predisposición a tener una enfermedad cuyo nombre no recuerdo pero que va deteriorando la columna y termina por dejarlos inválidos, casi inservibles. Vos ya estabas así hace algunos años. Lo fui descubriendo de a poco; lentitud en tus movimientos, alguna ocasional caída que pareció accidental, hasta que finamente el mal se hizo evidente el día que volví a mi casa y te encontré tirado en el suelo recién lavado del patio de la casa. No entendía por qué no te podías levantar. Me enojé. Me enojé con mi mamá por haber echado tanta agua en el piso. Cuando el veterinario nos informó tu problema, le prohibí que lavara el piso. Pero vos te seguías cayendo, tu mirada, esa mirada que no puedo sacar de mi memoria y que es como un clavo que me insertan una y otra vez, se fue apagando, desdibujando. Sólo se encendía cuando me veías, cuando te daba de comer, cuando movía el collar para sacarte a pasear y en pocas ocasiones más. El tiempo te fue agravando el problema (me acordé: displasia de cadera, displasia es el nombre de la mierda esa) y llegó el día que te caíste para no volver a levantarte. Te alcé, te cargué al auto y te llevé al veterinario. Era de noche. Te pusieron sobre una camilla, te revisaron, te inyectaron algo y me dijeron: “Esto que le hemos dado lo puede levantar unos días, pero ya no hay vuelta atrás, no hay nada que hacer, se va ir agravando cada día más, hasta se va hacer encima”. Luego de eso no recuerdo bien, sólo sé que pregunté cuánto más podías vivir, creo que me dijo seis meses pero en malas condiciones y que, no sé cómo, salió el tema. Había, si se puede llamarlo así, dos opciones: vivir un poco más postrado, haciéndote encima, teniendo que darte de comer en la boca y, sobre todo, sufriendo, o aplicarte una inyección que terminaría con tu dolor y… con tu vida. ¡Cómo me costó escribir eso!. Tu vida. Terminar con tu vida. Eso hice hice, y que puedo decirte… perdoname Arón, yo pensé que hacía lo mejor. En este tiempito me he informado sobre eso que llaman eutanasia animal y que querés que te diga, qué quieren que les diga a todos los que me miran como a un loco porque estoy así por un perro, no me convence. Se me cruza por la cabeza que debí haberte refugiado hasta tu último día, te cagaras encima de ti o encima mío. Pienso eso de vez en cuando, y ahora pienso que esto de escribir lo que sentía no ha hecho demasiado, sólo he logrado manchar la hoja original con una lágrima, recordando cómo me estiraste tu pata como forma de saludo el momento que me dieron para despedirnos. Ojalá vos estés bien y me entiendas. Y ojalá esto le sirva a otros.

Los 10 animales «médicos» más asombrosos

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Los humanos somos buenos en medicina, nadie puede negar todos los avances de esta ciencia. Pero claro, nosotros tenemos un cerebro más desarrollado, tenemos el racionamiento. Sin embargo, entre la fauna de la Naturaleza hay ejemplos impresionantes de animales que han encontrados increíbles terapias para los males que los aquejan. Bienvenidos al top ten de animales médicos.

10- Águila arpía: Con residencia en Sudamérica, la curación que halló este águila nació por el amor maternal. Resulta que sus nidos en lo alto protegerán a sus pichones de animales terrestres, pero no de los terribles mosquitos de la selva, por lo que este ave resolvió su problema usando hierbas aromáticas de la propia selva que junta y distribuye por el nido. El sistema, cuyo olor aleja a los indeseables chupasangres, es tan bueno que ha sido imitado por las tribus indígenas del lugar.

9- Lemúr Negro: Otra vez contra la misma «enfermedad»: el mosquito. Este insecto es el animal más mortífero del mundo, pues cada año mata 2.7 millones de personas en el mundo contagiándoles sus enfermedades. En la selva de Madagascar el Lemur fabrica su repelente, pero a diferencia del médico del puesto 10, para ello se vale de otro insecto. Sí, así de asombroso. El lemur utiliza un cienpies, aprovechando que casi ningún animal se acerca a este insecto porque libera cianuro de hidrógeno. El lemur no sólo se acerca a este insecto, sino que usa este gas mortífero liberado por el cienpies, para untarse todo el cuerpo, y así, chau mosquitos. Maravilloso no…

8- Ovejas: Así como las vemos, tan peludas y miedosas, a nosotros nos pueden parecer tontas. Sin embargo, mientras nosotros en un campo verde sólo vemos mucho pasto, ellas ven una farmacia completa. Pues los pastos no son todos iguales, hay diversas combinaciones de compuestos químicos. Los científicos afirman que la oveja se auto medica para eliminar sus parásitos. Y aunque se estima que 80.000 plantas tienen propiedades medicinales, ellas saben exactamente cuál comer: el trébol.

7- Loros: Este es un «médico» con una dieta muy rara. Habita en Sudamérica y son voraces consumidores de frutos, aunque hay un pequeño detalle: estos frutos tienen dosis letales de alcalinos y taninos venenosos. Con tamaña dieta venenosa es lógico que el loro se queje porque le duele el estómago. Pero los guacamayos encontraron la cura en algo que abunda en su zona. Comen grandes cantidades de arcilla, un antídoto eficaz contra los venenos de los frutos. ¿Inteligentes, no?

6- Colobo rojo: Este mono es a la vez un gran «médico» y un gran ladrón. Pues el antídoto que tiene que conseguir para su mal, lo consigue robando, y nada más ni nada menos que al hombre. Como todo mono, el Colobo es goloso y gusta mucho de las hojas de almendros y de mango, pero, cuándo no, estas hojas son venenosas. En las aldeas cercanas son comunes los hombres que venden canastas de carbón, pues el colobo aguarda pacientemente un descuido del vendedor para llevarse el carbón, pues, aunque no han salido en Science, ellos descubrieron que el carbón, al masticarlo, neutraliza el efecto del veneno de las hojas de almendro y mango.

5- Elefantes: Con 22 meses de preñez y una cría que nace con 120 kilos, el parto del elefante es todo «un parto». Como un experto obstetra, el elefante busca remedios para aliviar el dolor en algunos árboles especiales de la sabana. La ciencia cree que estos árboles contienen sustancias que generan contracciones y relajan los músculos de los canales del parto.

4- Chimpancé: El 80% de la población mundial consulta curanderos. En África tropical la gente emplea más de 4.000 plantas como remedios. El Chimpancé usa más de 30 plantas para dolores de estómago, entre ellas, hojas de aspidia que no mastican, sino que enrollan con su lengua y tragan. La planta, al llegar al estómago, se desenrolla y atrapa bacterias y parásitos. Impresionante, pero no es todo. También son «psicólogos», pues pasan la cuarta parte de su tiempo acicalándose, actividad que les sirve de terapia emocional y social, además de quitarles las garrapatas, obvio.

3- Osos: Con 20.000 calorías diarias, el oso engorda 15 kilos por semana. El 80% de eso es grasa producto de su alimento favorito, el salmón. Debido a su hibernación de seis meses, este animal busca antes remedios para poder lograrla. Come de una planta llamada «de raíz descubierta» para reducir los parásitos y que estos no le quiten peso corporal. Aunque no lo crean, este oso está siendo estudiado por la NASA para llegar a Marte. Quieren descubrir cómo puede pasar tanto tiempo sin comer ni moverse y no perder masa ósea, un problema que si es grave para los astronautas, cuyo viaje a Marte duraría 3 meses. El milagro del oso es que mientras hiberna, su producción de calcio no se detiene. La ciencia cree que es por sus hormonas, que por supuesto están siendo estudiadas y quizás algún día nos lleven a Marte.

2- Walabie: Fue gracias a un científico desprolijo que descubrimos la penicilina, remedio con el que alguna vez se pensó terminar para siempre con las bacterias. Resulta que Alexander Fleeming se fue de vacaciones y dejó su escritorio todo sucio, al volver estaba lleno de hongos y así descubrió la penicilina. La cría de la hembra Walabie mide el tamaño de un frijol al nacer y a los cien días ya tiene un potente sistema inmunológico gracias a la leche de su madre, que es 100 veces más potente que la penicilina y le permite sobrevivir a esta pequeñísima cría pese a vivir en el pelo sucio de su madre. Pues la ciencia estudia esta leche para crear un antibiótico 100 veces más potente que la penicilina.

1- Axolote: Este animal bien merecido tiene el puesto 1, pues su dolencia no es el estómago, sino miembros amputados. Resulta que este extraño animal vive en los ríos de México con más tráfico marítimo, por lo que usualmente suele sufrir amputaciones provocadas por las hélices de botes y lanchas. Asombrosamente, estos miembros cortados le vuelven a crecer, así, una pata le crece en tres meses. La ciencia mira asombrada al axolote con la esperanza de lograr imitarlo para que algún día las amputaciones de brazos, piernas y dedos sean cosa del pasado y nos vuelvan a crecer los miembros.

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Fuente: Programa visto en Animal Planet, más googleos varios.

#escrito por J.M.

Vendimias de primera y Vendimias deprimentes

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Aunque somos globales, este blog no se olvida de su origen mendocino. Y como el gobernador Celso Jaque no hace nada, ni bueno ni malo, no nos queda otra que hablar del mayor evento social y cultural de la provincia: la Vendimia, pero la verdadera, no la de ignorantes coronadas arrojando besos a la gente, la Vendimia de los trabajadores.

Si bien la comparación es complicada porque en el primer mundo se paga por hora y en Mendoza por tacho que llega a camión, la idea es comparar las vendimias de Mendoza con las de España y Francia. «Un obrero de la viña guapo puede llegar a levantar entre 30 y 40 tachos por día. Actualmente se paga entre $0,80 y $0,96 por tacho que llega al camión. Si un cosechador llega a los 40 tachos, en un día habrá ganado $32 y, en el mes, con suerte llegará a poco más de $1.000 con algunos ítems que sumen en su liquidación. Eso sí, siempre que esté en blanco», dice textualmente una nota de Diario Uno de este año. Agregamos: el único blanco que conocen los vendimiadores es el vino que se hace, porque el porcentaje de trabajadores en regla debe de ser muy bajo.

Si tomamos como una media una jornada de 8 horas diarias (son más) y calculamos sobre el precio del tacho más real ($0.80), la cuenta nos dice que gana $32, dividido por las muy optimistas 8 horas diarias, el resultado es que un trabajador de la vendimia mendocina gana $4 por hora.  Está claro que no se toma Mendoza por el origen de este blog, sino porque es acá de donde sale el 70 por ciento del vino que se produce en Argentina. Si precisamos en 22 los días laborales al mes, la cuenta es un sueldo de $704 al mes.

Cruzamos el Atlántico y llegamos a España. En la madre patria el salario medio de un peón agrícola eventual es de 5,97 euros por hora, todo ello para una jornada semanal media de 38,66 horas semanales. Los poco más de 47 euros que gana al día el vendimiador de España suman 1.050 euros al mes.

Pero vayamos a Francia. Allí el salario es de 8,71 euros la hora, con una jornada semanal de 35 horas semanales. Además, hay incrementos salariales del 25% y el 50% si se superan con las horas extraordinarias las 43 y más de 43 horas semanales. Por si fuera poco, existen unas prestaciones familiares de entre 120 y 154 euros euros mensuales cuando los vendimiadores tienen hijos menores de 16 años. En definitiva, los sindicatos estiman que hay unas diferencias salariales del 45% entre lo que percibe un jornalero en España y en la vendimia francesa. Al mes serían unos 1.340 euros sin contar todos esos adicionales. No vamosa meter más el dedo en la «comparación» diciendo que mientras en Francia pagan extras si se tiene hijos menores de 16, en Argentina a esos menores es común verlos trabajando en las fincas.

-Esta nota fue hecha con datos encontrados en el diario El País de España y en este blog.

#escrito por J.M.