El Golpe

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Tuve un sueño. Facebook era un país. Y un aciago día de febrero, el poder del país era asaltado por un terrible grupo de uniformes. El Cara Libro era un hervidero. Es que no se conocía el pensamiento de los nuevos, ¿A quién perseguirían? ¿Matarían? ¿Desde cuándo nos vendrían observando, facebokeando?

Pasaron días sin novedades en el muro. Yo personalmente sólo noté que en mi muro había menos galletas de la fortuna y, en general, menos actividad. Cuando me conectaba al chat veía que otros se desconectaban. Los imaginé en uno de esos nuevos grupos. Los supuse deliberando. En ese tiempo me limité a no aceptar nuevas solicitudes de amistades, pero por las dudas no puse ignorar. Soy vivo, no vaya ser que después los necesitara.

El primer día del resto de lo que sucedió lo percibí por mi número de amigos. De 254 habían bajado a 126. Me indigné. Cómo y por qué 128 amigos me habían eliminado al mismo tiempo. No podía ser. A simple “ojo” recordé algunos de los que faltaban. El denominador común fue que ya no estaban, sus perfiles habían desaparecido. Me quedé pensando, mientras me ponía en un jueguito del Facebook.

Al otro día lo leí. “La Autoridad de Aplicación (así se hacía llamar el nuevo poder) ha escrito en tu muro”.

A partir de la fecha se suprimen los juegos, aplicaciones y el chat. Las nuevas solicitudes de amistad deberán pasar obligatoriamente por la Junta de la Autoridad, que decidirá la conveniencia o no de la aceptación de la nueva solicitud. Todo aquél con más de 500 amigos queda sospechado de tráfico de información por lo que su permanencia en esta red queda a disposición de la Autoridad. Aquél cuyo registro de actividades indique saturación o exceso en el uso de la red, será castigado con 10 o más días sin el uso de la misma, o la pena que la Autoridad crea conveniente. Aquél registrado que no tenga actividad será considerado subversivo y su eliminación de la red ordenada, en cumplimientos de las nuevas disposiciones emanadas de la Autoridad de la red. Quien se resista a estas nuevas medidas será considerado cómplice de subversión y correrá la misma suerte que los anteriores. En el bien superior de la red y en resguardo de la seguridad de sus registrados, la Autoridad de Aplicación.

Nota importante: Si no pegas esto en el muro de al menos 3 amigos puedes ser considerado rebelde y tu permanencia aquí queda en manos de la Junta.

Elegí 3 amigos al azar. Me quedé pensando en ello. Quise ir a Twitter a ver qué se decía, pero algo ahí andaba raro. Los usuarios más conocidos hablaban del bien que hacía la nueva Autoridad en Facebook. Otras redes estaban caídas. Los diarios no decían nada. En uno pude leer: “Los graves problemas de seguridad en redes sociales internacionales ahuyenta a sus usuarios”.

Otro día leí sin mucha atención la siguiente noticia, chiquita, a pie de página. “Identificados los creadores de los virus en Facebook”. Había una pequeña lista. Conocí a varios, los supe tener de amigos. Me alegré que me hubieran eliminado o que ya no estuvieran. Me pareció raro algún que otro nombre, es que no entendía cómo, por ejemplo, una docente de jardín de infantes podía ser capaz de crear virus. Pensé en máscaras y seguía pensando hasta que me llegó la invitación al grupo “Algo habrán hecho”. Me hice fan. Los nombres eran muchos.

Me gustó la tranquilidad de esos días en la red. Ya no me invadían solicitudes de amistades de gente que no conocía, horóscopos de feria, galletas de la fortuna, juegos de rol. La calma era placentera.

Pasó el tiempo y supe que algunos se habían escapado de la red. En el exilio, desde otras redes, difundían increíbles atrocidades que supuestamente cometía la Autoridad de Aplicación. No le di mayor trascendencia. Pensé en publicidades engañosas, en esos comerciales de gaseosas que para promocionarse critican veladamente a la competencia. Creo que están prohibidas en publicidad. Como, sin saber por qué, yo sí tenía permitido distraerme en algunas aplicaciones o jueguitos (fue muy famoso el Mundial de Redes que organizó la Autoridad y que ganamos) me puse en ello.

Mi tranquilidad se alteró aquélla mañana que me llegó la notificación. Aunque la leí tres veces, decía claramente “La Autoridad de Aplicación desea hablar con vos”. Aceptar. El botón Salir estaba desactivado. Sudando, acepté. Se abrió, después de mucho tiempo sin que lo hiciera, el chat. Allí empezaron las preguntas. Que habían descubierto que yo era amigo de 128 subversivos. Que qué me ligaba a ellos. Me pidieron nombres. Me repetían una y otra vez por 3 ó 4 que al parecer no encontraban. Decime, hijo de puta, decime,  a qué red se fueron. Por qué eran tus amigos. Me acusaban de ser informático, les dije que era periodista. Percibí el error rápidamente. Casi sin querer les marqué un amigo que decían que andaba en esas.

Al otro día me pusieron al frente de la redacción de comunicados de varios de los grupos que existían. También ayudé a redactar salmos de la iglesia, que estaba muy activa. Colaboré porque me obligaron. Me dieron más aplicaciones y jueguitos, más que antes diría yo.

Pasó el tiempo y la Autoridad empezó a perder el control. No podían controlar las nuevas redes sociales que se iban creando y desde las cuales se desinformaba. Pronto reaparecieron algunas de las amistades antes perdidas. De otras no se supo más nada.  Algunos dicen que los que no aaprecieron fueron miles, otros que cientos, hay algunos que dicen que se «auto desparecieron». Ahora están investigando el accionar de la Autoridad en esa época. No me meto en la discusión de si corresponde o si eso ya pasó hace mucho tiempo. Me uní a las otras redes, esas que desinformaban. En algunas no me aceptaron. En esta red reenvíe varias solicitudes de amistad a viejos conocidos que volvieron. Algo debe andar mal, porque no me aceptan. Qué gente rara.

 

N ota 1: la viñeta es de acá.

Nota 2: este texto es una divagación mental de domingo por la tarde. Supongo que nada más.

 

 

 

Territorios

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Territorios (*)

Don Diego se sentaba siempre en el banco de madera de la plaza. En las tardes de verano ahí estaba él, sentado con una chomba desgastada como la pintura del banco que era tan suyo. En las tardes de invierno estaba él, sentado con su enorme campera verde legada de algún nieto.

Nosotros de niños le hablamos varias veces, nos burlamos unas cuantas más, lo atropellamos jugando a la mancha o le dimos pelotazos en sus piernas. Nunca nos habló o nos dirigió más que una sonrisa. Don Diego estaba ahí el día en que yo convertí mi primer gol en esa placita y debe haber estado el día que corrí por su pasto desparejo por última vez. Una sola vez nos retó.

-¡No nenes, no! No me rompan el letrero –nos gritó mientras se incorporaba. El pelotazo dejó el letrero torcido.

“Plaza España” decía y tenía dos franjas rojas y una amarilla.

No sé por qué me estoy acordando de él en el avión que me dejará en Barajas. Voy de emigrante, a buscarme la vida.

Una vez pregunté por él a otros en el barrio. Sólo recuerdo lo que otro pibe como yo me contestó, una frase que entonces no entendí.

“El viejo ese sólo dice una cosa: Por culpa del Franco hijo de puta”.

Nunca olvidaré su mirada de terror, y luego como extraviada, cuando manos anónimas le pintaron su cartelito de Plaza España con la leyenda “Patria o Muerte”.

A los pocos días, Don Diego se murió.

* En homenaje a mi familia materna, inmigrantes españoles.

Vivir y morir en un país tercermundista

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Así como en el fútbol hay temples y talentos que se ponen a prueba en los grandes partidos y finales, en el desarrollo de los países hay características y, por qué no, parte del futuro, que se pone  a prueba en los hechos más relevantes. La muerte de Néstor Kirchner me deja dos cosas: la incertidumbre por lo que puede pasar y la certidumbre de por que somos un país tercermundista.

En un momento donde redes sociales como Twitter están de moda por estos lares (2 o 3 años después que en otros países), son esos sitios impersonales una buena medida para dirimir esas inquietudes.

Y una primera medición me dejó perplejo. He leído de todo, pero me quedo con dos cosas: los fanáticos que ya pretenden convertir a Kirchner en un nuevo Perón y los otros, los que festejan la muerte ajena.

En el primer grupo llaman a manifestaciones para agradecer a “uno de los que más hizo por la justicia social y el bienestar de todos los argentinos después de Perón”. Se enfurecen ferozmente con quienes, de forma infantil y desprovistos del mínimo raciocinio en muchos casos, hacen chistes con la muerte de N.K. Se insultan, están pendientes de los movimientos de los “enemigos”, buscan descubrir en una mirada, en una declaración, un supuesto oportunismo, una mueca de satisfacción. Buscan culpables. Pienso que si estuviéramos en otras épocas los pondrían en la hoguera sin pensarlo.  Me asusto, no estoy en este grupo.

El otro busca hacer el mejor chiste sobre la muerte y reproducen los de otros. Hablan de que no van a mostrar amargura por la muerte de alguien que no respetaban, que odiaban, que robó, dicen otros.  En el fondo en su mayoría se asemejan a los espectadores de las luchas de los gladiadores romanos que le piden al vencedor que le corte la cabeza al sangrante arrodillado. La estocada final al toro vapuleado. Que salga por la puerta de atrás y que pase el que sigue.

Divide y reinarás. O no.

Y a mi mente me vienen los temidos “ismos”, que nunca han traído nada bueno. En un país donde NK era la cabeza principal de la agrupación política que conduce el país y que muy probablemente lo fuera a seguir conduciendo en su persona en el 2011, su muerte me produce temor. Tanto como ver la lista de opciones entre los demás partidos. Le deseo fuerzas a la presidenta, por más de que muchos de sus actos políticos no me conformen, pienso en la gobernabilidad, en la institucionalidad. Sólo eso, simplemente eso. Le deseo suerte a mi país, que a golpes busca su desarrollo.

Mi ventana se golpea por el viento, en la televisión repiten la misma frase: “Murió Néstor Kirchner”. Las cortinas musicales lúgubres me completan la escena. Leo pero no quiero leer. Me enojo. Me insultan unos y otros. Es que parece que no estar en ningún grupo es un pecado mortal. “Primero mataré a los enemigos, luego a sus cómplices y después a los indecisos”. La frase es de un miembro del nazismo que ahora no recuerdo. Soy un tibio. Busco en mi armario una máscara. Estoy a punto de poner 140 caracteres que me convertirán en uno más de esos grupos. Lo redacto. Mi ventana se golpea de nuevo. Me detengo. Veo los “retweets”. Hay de todo, pocas reflexiones inteligentes, muy pocas. Me callo. Dejo el tuit vacío. Me gustaría retuitear uno así.

¿Todavía te resulta indignante?

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La campaña es del año pasado, pero la vi ahora y me pareció excelente. Corta, efectiva, directo al grano. Una representación poderosa (alguno dirá golpe bajo) del maltrato animal. Me detengo para no arruinar el efecto. Vean y opinen.

La campaña se llama «Dog» y es de la Fundación «Animales Abandonados»  (Stray Animals). Presenta al niño como el protagonista de la historia y pregunta si te parece indignante, al convertir al niño en el perro, verdadero protagonista de ese tipo de situaciones, repregunta: ¿Todavía te parece indiganante?. Trátalo igual.

¿Sabías que cada 3.5 minutos s erecoge un perro abandonado? (*)

 

(*) estadística de España. En Argentina no hay disponibles estadísticas oficiales, aunque se presume más grave el problema.

Los mineros murieron antes del 22 de agosto

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Al menos eso anunció el diario argentino Perfil en su edición del 22 de agosto. Captura.

En una nota «certera», Perfil abrió su anticipo diciendo: «La segunda tragedia del Bicentenario chileno, luego del devastador terremoto del 28 de febrero, comenzó con un zumbido y un estruendo, que fueron seguidos por ahogados gritos subterráneos y una nube de polvo que brotó de la boca de la mina San José, un yacimiento minero de oro y cobre localizado en el norte de Chile. Con un corolario incierto, tras 17 largos días del trágico derrumbe que dejó sepultados a 33 mineros trasandinos, en el entorno que rodea al presidente Sebastián Piñera ya se teme lo peor. Sepultados a más de 700 metros de profundidad y sin renovación del oxígeno que respiran, en el gobierno consideran que sólo un milagro haría que los trabajadores aún continúen con vida y sean rescatados de su trampa mortal. Aunque las autoridades y los diarios al otro lado de la Cordillera aún no informaron sobre la suerte de los mineros, especialistas consultados por PERFIL consideran que las tareas de rescate ya atraviesan una etapa crítica».

Algo más: «Ante la incapacidad de las autoridades de lograr avances en las excavaciones, la crisis política derivada de la tragedia está a punto de estallar».

Y la nota «modelo», concluía haciendo gala de sus virtudes adivinatorias: «A medida que se enrarece el aire en las profundidades de la mina, desde el Palacio de la Moneda especulan que las tareas de rescate se extenderán por varios meses y, ante el sombrío escenario de no salvar a los mineros, evalúan modificar la agenda de los festejos del Bicentenario del 18 de septiembre. A cinco meses del terremoto que mató a 432 personas, mientras 33 chilenos sigan sepultados en el desierto de Atacama, no habrá nada que festejar».

La nota es más larga, pero no vale la pena seguir con ella. Acá la tienen: nota

¿Se trata solamente de un error? ¿Pronóstico equivocado? O tal vez la nota sí tenía razon y realmente murieron y hemos visto a otros 33 «Jesús» modernos.

En todo caso, periodismo que nadie quiere y que contribuye al descreimiento.